En mi fuero interno pienso que sí, que la acción colectiva efervescente ha tocado a su fin, pero la representatividad de estas manifestaciones de flaqueza puede que no sea tanta a razón de que tal vez hemos entendido mal el movimiento.
15M es un movimiento sin jerarquía de Indignados que busca ejercer el derecho a la pataleta, más allá de la papeleta del 22M, y generar un espíritu nuevo de participación ciudadana en la sociedad y vida política. Sin dirigismo, pero sí modificando el actual prisma de observación. 
Para ello el objetivo era la movilización y repercusión pública, tanto hasta el 22M, pero también después. Como dicen lo más difícil no es llegar, sino mantenerse, y ello requiere, más aun sin contar con una estructura institucionalizadora, toda una serie de maniobras estratégico-cotidianas (como podría ocurrir en un campo de prisioneros) que tanto ayudan a mantener la moral y el rumbo como atentan contra el horizonte de coherencia del ímpetu inicial.
A mi juicio, más calado e importancia deberíamos otorgar a la divulgación y catequesis del movimiento con la iniciativa de las asambleas de barrio. ¿A la Victoria por la Evasión? 
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