Muchas veces me sorprendo al reconocer lo esquizofrenia que vivo respecto al fútbol. Normalmente trato de calmar mis impulsos, pero en el caso del juego de la pelota, premeditadamente me abandono a la naturaleza.
En una entrevista a Enric González se lee:
¿Cómo es posible que el país del mundo que más obsesionado está por la Belleza (en todos los ámbitos de la vida) haya adoptado durante muchos años un modelo de hacer fútbol tan antiestético y feo como es el "catennaccio"? En cualquier otro país lo hubiera entendido, ¿pero en Italia?: Porque lo más bello del mundo es ganar. Si hablamos de cómo se gana nos adentramos más bien en la ética.
Creo que en el fondo, mi pasión por el fútbol responde al prejuicio y la convicción de que en este juego se encierra una metáfora de la vida, al menos la vida social de nuestros tiempos, donde raciocinio y pasión, educación y naturaleza no son opuestos, sino complementarios, antagónicos y concurrentes. Una relación compleja que encierra ciertos misterios esenciales.
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