De baño

La llamada de atención de Molina Foix (El PAIS, 9/03/2007) sobre el riesgo de extinción de los Hammans cairotas me ha recordado que tengo unos baños pendientes con el país de la doble corona.

Nade en las piscinas húngaras de Budapest que se hicieran famosas por los cuerpos Danone. Y es que por ese lado de Europa los árabes tuvieron la oportunidad de dejar la impronta del gusto por el baño público, aunque posteriormente el devenir lo tuneó a su gusto.

Este gusto árabe por el baño público no es sino el heredero de la práctica romana. Y otro lugar donde aun se puede disfrutarlo (más que recomendable) ha sido en Istambul. En los tradicionales baños de Kapali Çarçi, donde el énfasis por depurar los cuerpos exige que te den froten con inquina. Parece una paliza, en realidad lo es, pero éste, como otros muchos zarandeos físicos, reconforta.

Es curioso, como las cosas que más nos unen a los humanos son aquellas acciones sobre las funciona mayor pudor, o la necesidad de cierta privacidad. Me estoy refiriendo comer, fornicar y excretar.

Antropológicamente dicen que responde a un impulso natural de protegerse dado que son situaciones en las que estamos expuestos a los peligros. Otros lo achacan, Sociológicamente, a los tabúes impuestos por las diferentes religiones. Curioso, el pudor es un punto en común de las religiones más representativas. Quizás oponerse alo más humano es el núcleo común de la administración hacia lo divino.

En Egipto me esperan, porque iré, tres baños: un buceo en Samer Seik, un chapuzón en el Nilo y una visita al hammam de Tambali.

Por cierto, esta Semana Santa peregrino a Nueva Cocida, o Nueva York. ¿Algún consejo y/o recomendación?