Lo suya fue una entrada con ventaja, ya que el papel con el que se me presentó fue el de Don Mendo, una comedia que por repetición mi padre me había echo coger cariño:
MENDO.– ¿Quién se acerca inoportuno?

PERO.– ¡Uno!
MENDO.– ¿Sabe qué suerte le cabe?
PERO.– ¡Qué sabe! (Saca la espada.)
MENDO.– ¿Y qué le impulsó a subir?
PERO.– ¡Reñir!
MENDO.– ¿Dijo reñir o morir?
PERO.– Reñir y matar si cabe,
que entró por ese arquitrabe
uno que sabe reñir.
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