
Una infancia difícil le predispuso a ese periodismo ético que impregna su obra y que se sintetizaba en una máxima que repetía a menudo: "No se puede escribir de alguien con quien no has compartido como mínimo algún momento de su vida". Su preocupación por los más desfavorecidos le valió el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003.
Esa actitud y la práctica de un periodismo honesto -"se puede se escéptico, pero no cínico: el cinismo te aleja de la gente; los cínicos no sirven para este oficio"- guiaba su pluma.
En sus trabajos de gacetillero y articulista de fondo se puede disfrutar de una irrepetible combinación de periodismo muy documentado -"para escribir una página se han de haber leído 100", repetía-, una capacidad de análisis de las situaciones socioculturales típica de gran cronista y un estilo literario entre lo poético y la fabulación le permitieron granjearse el respeto de gente como García Márquez .
Vivió con intensidad; India y China, se instaló (podríamos decirlo así) como corresponsal en África, estancias en Asia y América Latina. Un hombre que vivió 27 revoluciones y escapó en cuatro ocasiones de la muerte. Ayer no lo logró.
A partir de un texto de Carles Geli
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