6/20/2011

Respuesta a cartas abiertas

Chesterton se refirió a la vulgaridad como la imposibilidad de ver lo sublime estando a su vera. Supongo que esa es el mérito de los intelectuales, ver esas pautas comunes a la Humanidad, esas perogrulladas que nos rodean pero que no acabamos de modelar, y expresarlas en los términos exactos para que calen hondo.

Retorciendo un poco esta idea, lo vulgar, e incluso diría que lo desagradecido, sería tener la oportunidad de desarrollar, de transformar, de evolucionar, de progresar, una idea, un proyecto, incluso (y creo que esto es lo más importante) a uno mismo y al ecosistema que le rodea, y no hacerlo.

Bajo esta perspectiva, el crimen más atroz sería el que cometieran aquellos que no sólo pecasen de Vulgares sino que atentasen contra ese desarrollo. Auqellos que ahondasen las brechas en lugar de mitigarlas.

Un inciso a este respecto, sería ilusorio tratar de desterrar la convivencia de opuestos que la Realidad Humana provoca. Esas contradicciones que ejercen de motor universal. Pero sería suicida recrearnos y fomentar la brecha.

¿Y que pena podría imponérseles? No habiendo dolo, ni carga civil y/o penal, al menos el rechazo social. Sin violencia, sin agresiones, pero llamando a secundar la negación de una vía que niega el bien común, aunque sea un bien pequeño en comparación con lo que supondría para colectivos más restringidos.

Estas reflexiones son las que me viene a la cabeza con todo lo vivido esta semana, una más, de indignación, de cartas abiertas por parte de aquellos (-hijos de Papa) que, singularmente, prueban un trago amargo de la que es su abicoca usual, de reacción al Pacto del Euro y de casos sintomáticos de quienes más que con el miedo conviven con la violencia de no tener un espacio en su horizonte

Para acercar posturas contamos con algunas luces, no guías pero sí alentadoras,
Jose Luís San Pedro, Stéphane Hessel y Edgar Morin.

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